En este día de 1885, Agustín Ross compró la propiedad conocida como La Posada, evento que marcó la historia de Pichilemu, hito que transformó radicalmente el desarrollo y la infraestructura del balneario.
En San Fernando, Ross adquirió la propiedad del menor Francisco Esteban Segundo Torrealba, representado por su madre Mercedes Maturana, viuda de Torrealba, por la suma de trece mil pesos. Esta compra incluyó alrededor de 300 hectáreas que se extendían desde el mar hasta la propiedad de los Vargas, entre Playa Hermosa y Catrianca. En estos terrenos, Ross construyó algunas de las instalaciones más importantes que han definido el balneario de Pichilemu.
Ross transformó la antigua posada en un lujoso hotel, equipado con los últimos adelantos en servicios y comodidades. Adornó la propiedad con jardines, un parque de palmeras y un bosque de pino y eucaliptos. Además, construyó el actual centro cultural que lleva su nombre, así como varios chalets y un edificio para el gasógeno, que proveía de luz al hotel y las construcciones circundantes.
Se dice que Agustín Ross se inspiró en las construcciones del puerto de Ostende en Bélgica y el Palacio de Versalles en Francia para sus obras en Pichilemu. Evaristo Merino Canales de la Cerda fue quien dirigió muchas de estas construcciones, utilizando materiales importados como cemento Portland de Inglaterra y maderas de pino oregón de Norteamérica.
Las contribuciones de Ross incluyeron escalinatas de bajada a la playa, baños tibios de mar, glorietas y bancos de concreto en el bosque. Plantó un parque de palmeras con un espejo de agua y un kiosco para bandas de música, y un mirador que se asemeja a un barco sobre el roquerío de La Puntilla.
Este legado de Agustín Ross sigue siendo un testimonio del desarrollo y la transformación de Pichilemu, convirtiéndolo en uno de los destinos turísticos más importantes de la región, un tesoro que debemos preservar y promover.